Reflexiones alrededor de una silla

En el mundo de los usos habituales de las cosas una silla tiene una función muy bien definida y concreta: sirve para sentarse. Pero todos sabemos que en determinados momentos una silla también puede ser muy útil para bloquear una puerta o para protegerse de una bestia salvaje.

Es decir, la experiencia nos demuestra que los objetos pueden tener usos diferentes en un marco de posibilidades tan diverso como, a veces, inesperado. Sin embargo, este horizonte, eminentemente práctico, no es el único que nos puede servir de referencia a la hora de relacionarnos con las cosas.

Una silla, por ejemplo, en las manos de un niño puede convertirse, gracias a su imaginación, en una isla solitaria, la torre de un castillo o un escondite improvisado. Y así es como, de repente, el uso práctico, el más inmediato y común, se ve desplazado a un segundo plano, y nos deja ver que hay otras posibilidades que pueden asumir, sin problemas, un protagonismo igualmente válido.

De hecho, además de su uso cotidiano como asiento, o como ingrediente imprevisible de un juego infantil, una silla también puede ser revestida de una variada gama de valores y significados; sentimentales, la silla donde se sentaba el abuelo, históricos, la Silla Barcelona de Mies van der Rohe, simbólicos, la silla del poder, emblemáticos, la silla de Charlie Rivel… Es decir, una silla, como cualquier otro objeto que entre en el radio de acción de la vida humana, adquiere, automáticamente, un potencial de sentidos tan amplio y complejo como lo son las necesidades prácticas, el marco de referencias culturales, o las capacidades creativas de las personas que se relacionan con ella.

En este contexto, la humilde silla[1] que forma parte de la colección de la Fundación Antoni Tàpies es, como muchas otras obras de arte contemporáneo, un peculiar fulminante artístico que, a la vez que provoca extrañeza, nos invita a reflexionar sobre los límites que, demasiado a menudo, imponemos a nuestra visión de la realidad cotidiana.

Recuerdo que hace tiempo vi una pareja joven que paseaba por las salas de la Fundación y que al llegar junto a la obra “Silla y ropa” se detuvo a mirarla con manifiesto interés. Unos segundos más tarde el chico le preguntó a su compañera con una sonrisa burlona: «¿Qué significa esto?» y ella, haciendo un gesto simpático con la cabeza, le respondió: «¡Vete a saber!».

La escena dibuja con precisión milimétrica la frontera que, desgraciadamente, nos separa de la verdadera acción de pensar. Atemorizados por el peso de nuestra ignorancia renunciamos a la compañía de algunas preguntas que, aunque no lo parezcan, son como aquellos misteriosos mapas que uno encuentra en las novelas de aventuras: una invitación a descubrir nuevas realidades y tesoros ocultos.

Sin duda, «Silla y ropa», y muchas otras obras de arte contemporáneo, definen un territorio artístico que, como los viejos mapas, nos invitan a la atenta exploración de una realidad diversa y sorprendente: una realidad tan problemática como fascinante.

Y hay que decir que si, finalmente, dejamos de lado los prejuicios y el miedo, y nos embarcamos en la aventura, tendremos la oportunidad de descubrir que una silla, además de ser un objeto con una función práctica perfectamente establecida, puede ser un maravilloso medio para llegar a comprender que tenemos la capacidad de crear una gran variedad de interpretaciones reales, y con sentido, de la realidad.[2]

Por otra parte, todo lo que acabamos de explicar tiene una interesante proyección educativa, y dibuja las líneas generales de un sencillo método que puede facilitar una activa aproximación a algunas creaciones artísticas contemporáneas. En efecto, si como hemos visto, la pregunta es la expresión verbal de una intensa inquietud, de la desazón provocada por una realidad desconcertante, entonces, el buen educador debería siempre dar valor a esa experiencia personal cargada de emoción. Y, a continuación, sobre la base de esas preguntas espontáneas, y vividas con pasión, debería esforzarse por construir un diálogo abierto a la curiosidad y orientado al conocimiento.[3]

 

[1] Cadira i roba (Silla y ropa, 1970). Objeto-assemblage. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.

[2] Constelaciones lingüísticas.

[3] Las verdades del diálogo.

 

Cadira i roba, 1970 (Objecte-assemblatge) Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.

 

Libros consultados:

  • Gadamer, Hans-Georg. Estética y hermenéutica. Madrid: Editorial Tecnos, 1996.
  • Manguel, Alberto. Leer imágenes. Madrid: Alianza editorial, 2002.
  • Ortega y Gasset, José. Ideas y creencias. Madrid: Revista de Occidente, 1965.
  • Tàpies, Antoni. Memòria personal. Fragment per a una autobiografia. Barcelona: Fundació Tàpies i Editorial Empúries, 1993.