La realidad en cuestión

La realidad que soy y en la que vivo me permite dar vida a otras realidades. Y esas realidades, nacidas de la activa y necesaria relación que mantengo con la realidad, son las que definen la geografía variable de mi mundo mental. Un territorio intangible, habitado por pensamientos de todo tipo y emociones tornasoladas, en el que me encuentro con una convicción tan poderosa como problemática. Me refiero a la firme creencia de que, más allá de los horizontes de realidad que se pueden divisar desde las atalayas de la mente, sigue habiendo realidad: una realidad extramental que hace posible la realidad de la vida y, con ella, las variadas realidades que la propia vida crea y acoge en su seno.

La vida de cada persona es, pues, un proceso real, y creador de realidad: un proceso que se hace en la realidad, con la realidad y desde la realidad. Y es, precisamente, en esa vida concreta y personal, que tiene el misterioso privilegio de ser consciente de sí misma, donde la realidad puede ser sentida y pensada, hacerse comprensible, y transformarse en nuevos tipos de realidad.

Pero con esta pasmosa constatación no se agota el repertorio de sorpresas que nos depara nuestra vida porque, cuando de verdad pensamos sobre ella, no sólo nos damos cuenta de que tiene la espontánea capacidad de abrirse al mundo y hacerlo inteligible, sino que también descubrimos que cuenta con la maravillosa posibilidad de vivirse a sí misma como parte de una realidad inalcanzable e, incluso, incomprensible para la mente.

Es decir, desde nuestra vida personal tenemos la extraña capacidad de relacionarnos de maneras muy variadas con la realidad que está a nuestro alcance. Podemos, en efecto, postular con emocionada convicción, que hay una realidad exterior a la mente, y que la podemos experimentar a través de los sentidos y comprender mediante la razón. Pero, lo más asombroso y desconcertante, es que también podemos creer que esa realidad cognoscible forma parte de una realidad incognoscible que trasciende los límites de todo lo que la mente puede sentir, comprender o imaginar.

En otras palabras, precisamente porque tenemos una vida que, en parte, es consciente de sí misma, podemos hablar, con razón, de una realidad extramental y, al mismo tiempo, inferir y otorgar una cierta visibilidad, lingüística y emocional, a otra dimensión de la realidad que, a pesar de permanecer oculta, finalmente, es la única capaz de dar sentido a todo lo que hay.

Así pues, es en la vida de cada persona donde la realidad se hace consciente como realidad mental y es, de este modo, como puede interpelarse a sí misma y preguntarse, una y otra vez, sobre el tipo de realidad que, de verdad, le corresponde a cada una de las realidades con las que se va encontrando a lo largo de su camino. Se trata, sin duda, de una cuestión vital, porque en función de lo que respondamos, es decir, de cuál sea nuestra visión de la realidad, así actuaremos y, por tanto, así iremos esculpiendo, en el tiempo, la fluida fisonomía de nuestras vidas.

 

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© Esther Feliubadaló · www.estherfeliubadalo.cat